sábado, 7 de diciembre de 2013

Con la mujer del notario en Versalles


( foto Masao Yamamoto )

En Madrid ya no falta agua, como sí faltaba hace años. Sabido es que el agua la manda Dios, y en casa la da el alcalde. Yo no sé vivir sin ella. En Caracas los aguaceros tropicales se llaman “palos de agua”. Un amigo murciano me dijo que a él las tormentas le “trascordaban”. A mí me gustan… si no me estropean mi cita con la mujer del fedatario público.

La mujer del notario va y me dice:


− ¿Por qué nunca me dices que me quieres?

Reflexiono:


− No lo sé.


Replica:


− ¿Por qué yo sí lo sé?


Mi turno:


− Supongo que por la misma razón que yo no lo sé. Por cierto, ¿por qué me has elegido a mí?


Responde:


− Porque quitas las cortezas del pan del sándwich.

Hicimos el amor en un hotel de Versalles. ¡Qué lujo de agua! Las de las fontanas y las de Evian, Vittel y San Pellegrino. El agua embotellada es el vértice de la pirámide de nuestra civilización, aunque yo preferiría que la corriente socavara su base. La de nuestra absurda sociedad.

 

Con la señora notaria aterrizaron tiempos raros y dichosos, esos en que es bien visto sentir las cosas que uno quiere y decirlas como uno las siente. Más ¡ay! la llamarada se marchitó en un vuelo.

La candela empezó a enfriarse en los jardines de Versalles, cuando me topé con una estatua de mármol de siete pies de alto, que era una representación casi exacta de la eterna belleza de Eva. Obra de un tal Edelinck, estaba fechada en 1679 y esculpida a partir de unos bocetos del que entonces era primer pintor de la corte del Rey francés.

  
Volví a la calle de la Princesa número 3, al apartamento de Rita Barassi. Le cuento que lo mío con María de los Remedios se ha terminado y me dice:



− Pues lo mío, lo nuestro,  también, que mañana marcho a mi tierra. Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero: Córdoba, Argentina.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Tango: te quiero con los ojos cerrados




El tango es un arte de raíz suburbana, "arrabalero", derivado de su naturaleza popular. Surge y se desarrolla en los barrios de trabajadores que rodean a las ciudades rioplatenses: el "arrabal". Para el tango el arrabal es la musa inspiradora, el lugar de pertenencia que no se debe abandonar, ni traicionar, ni olvidar. Por sobre todas las cosas, el tanguero es un hombre (y una mujer) "de barrio". En el lenguaje del tango, el arrabal y el centro componen dos polos opuestos: el arrabal, muchas veces unido indisolublemente a los amigos y a «la vieja», expresa lo verdadero y lo auténtico, en tanto que el centro suele expresar lo pasajero, «las luces» que encandilan, el fracaso.


El sentimiento de pertenencia al arrabal ha llevado al tango a construir culturas de barrio, a darles personalidad. Sobre todo en Buenos Aires y Montevideo, el tango está indisolublemente ligado a la identidad de los barrios. La ciudad del tango es una ciudad vivida desde el arrabal.

"Te quiero con los ojos
cerrados, como los perros a
la gente"  (Acho Estol)